
Lo mejor para cerrar un año adecuadamente es recordar los buenos momentos. Y agradecerlos. Eso es igual de importante. Y los que no fueron buenos, recordarlos desde el crecimiento que te han aportado. Has de entender que todo es finito, nada es eterno. Por eso, después de las tempestades suelen llegar momento de calma, que has de saber reconocer y disfrutar. Por eso, gracias a los problemas y dificultades que nos hayan ido surgiendo por el camino, hemos ido adquieriendo un aprendizaje. De los momentos negativos, quedémonos con lo menos malo o lo bueno.
Demos paso a un nuevo año lleno de sueños y esperanzas. Soltemos lo negativo que no sirve y agarrémonos a la constancia de perseguir nuestras metas. No olvides nunca la receta para conseguir tus objetivos: fe + motivación + constancia
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